Saludo a todas esas mujeres valientes, que van caminando intrépidas sorteando obstáculos y que compartimos el mismo sentimiento: ser madres.

Aquellas que luchan con hidalguía por sacar a sus familias adelante, que no se amilanan ante nada por ver a sus hijos crecer felices, logrando metas, cumpliendo sueños, avanzando en el difícil escenario entre sucesos y hazañas.

Aplaudo también esa madre que lucha por la igualdad de los derechos, que generación tras generación ha ido abriendo la brecha para que las demás, podamos ocupar diferentes espacios que antes eran una utopía.

La madre, ese ser especial, que acompaña a su hijo en la etapa más importante, la niñez. Ese acompañamiento en su etapa escolar, que sirve como guía impecable en el desenvolvimiento de sus habilidades, que serán vitales para el desarrollo social y laboral.

Seamos esa madre que brilla, que resalta, que comparte, que ayuda, que aprende, que comprende, que abraza, que ama, que perdona, que explica, que tolera, que progresa, que planifica, que improvisa, que acierta, que sorprende, que deja huella, que edifica, que ora, que concilia, que intermedia, que lidera, que se aventura, que une, que se solidariza.

Este domingo 8 de mayo, en nuestro país, celebramos el Día Internacional de las Madres, y se viene a mi mente, aquella canción hermosa de Julio Jaramillo, el Ruiseñor de América, llamada Versos a mi madre, y comparto con ustedes un pequeño extracto de su bello homenaje a la mujer dadora de vida:    

Mi madre es un poema de blanca cabellera,

que tiene a flor de labios, un gesto de perdón.

Cuando tras larga ausencia regreso, ella me espera,

me abraza como a un niño, me besa con pasión.

Mi madre es pequeñita, igual que una violeta,

lo dulce esta en su alma, el llanto en el adiós.

Es dueña de mis sueños, aunque no soy poeta,

los versos a mi madre, me los inspira Dios.

Que linda que es mi madre, que suerte es tenerla y

que dichoso al verla, feliz en el hogar.