Editorial: Trabajo docente, escolarización y desigualdades sociales

U.E. Eduardo Kingman - 19 Abr, 2022

TRABAJO DOCENTE, ESCOLARIZACIÓN Y DESIGUALDADES SOCIALES:

PROBLEMAS Y DEBATES EN TORNO DE UNA PERSPECTIVA LATINOAMERICANA

 

Por: Dra. Pamela Chiluiza Godoy

Rectora de la Unidad Educativa Suizo

 

 

¿Cómo serían nuestras sociedades  sin la educación? Lo más seguro, es que volverían a sumirse en un estado primario después  de pocos años. Dependemos de la educación para asegurar un contingente de médicos, ingenieros, científicos y profesores, y para asegurar a todos los miembros de la sociedad unos buenos fundamentos de conocimientos y capacidades básicas. La educación como factor esencial que contribuye al desarrollo, es algo que no tiene discusión.

 

Para hacer justicia dejemos en claro que la educación por sí sola no puede solucionar los problemas que agobian  la sociedad, lo que sí es innegable es que esta puede convertirse en un agente del desarrollo. Según Flores Crespo, (2004) en concordancia con estudios e investigaciones realizadas por otros autores manifiesta que “la educación es una de las variables que tiene mayor influencia sobre el progreso individual y social”.

 

Personalmente considero que los gobiernos latinoamericanos se están esforzando por mejorar sus centros de educación básica, media e incluso universitaria  y está logrando un claro progreso en al menos algunas áreas. La mayoría de los gobiernos han aumentado la inversión, estableciendo y consolidando sistemas de evaluaciones nacionales, trabajando en la implementación de estándares y delegando la autoridad y la responsabilidad a los gobiernos municipales y comunidades locales. Como consecuencia de lo anterior, el número de niños que asisten a las escuelas es mayor que antes y la escolaridad de la fuerza laboral está aumentando progresivamente. Sin embargo, en lo que se refiere a las principales medidas de éxito —calidad, equidad y eficiencia— los niveles siguen siendo bajos y el progreso es escaso o inexistente. Los bajos niveles de aprendizaje, la falta de sistemas basados en el desempeño, la debilidad de la rendición de cuentas sobre los resultados y una profesión docente que se encuentra en crisis conspiran para privar a la mayoría de los niños latinoamericanos de los conocimientos y competencias necesarios para el éxito en las sociedades modernas.

 

¿Igualdad o desigualdad educativa?

En América Latina existe una palabra que resume claramente la realidad de la región no solo en el aspecto de escolaridad, sino en todo aspecto social y económico; esta palabra es desigualdad. Según Banco Mundial, C2004) “América Latina sufre de una enorme desigualdad....Se trata además de un fenómeno invasor que caracteriza a cada aspecto de la vida como el acceso, a la educación, la salud y los servicios públicos; el acceso a la tierra y a otros activos; el financiamiento de los mercados de crédito y laborales formales y la participación e influencia política” Mucho se habla de que los escolares son el futuro de la sociedad en cada una de sus naciones, pero, ¿Qué se está haciendo como Estado para mejorar las condiciones administrativas y académicas de nuestros estudiantes? El giro político de la región a la salud y a la educación como los sectores bandera de cada uno de los gobiernos llamados “socialistas del nuevo siglo”, ha llevado a procurar mejorar la infraestructura educativa y los modelos pedagógicos, con el objetivo de optimizar la calidad educativa de los escolares y de alguna forma garantizar su formación profesional. Una dimensión clave de las desigualdades lo representa en el campo de la educación los años de escolaridad. Ha habido progresos significativos en la región en áreas como alfabetización, y matriculación en escuela primaria. La gran mayoría de los niños ingresan a la escuela, pero son muy altas las tasas de deserción y repetición. Ello genera bajos índices de escolaridad. Como manifiesta Hunter, (1998), citado por Dussel, (2004) la educación va a conducir al desarrollo individual y al mejoramiento social una vez que los políticos y administradores de la educación consigan implementar y extender los principios fundacionales de la educación moderna: igualdad, ilustración, libertad.  El desafío actual sería encontrar el método y la organización adecuados para llevar a cabo estos principios. Pero a la escolaridad no solamente debemos verla desde el punto de vista pedagógico y de infraestructura, sino también, debemos tomar muy en cuenta la situación afectiva de los estudiantes. Esto puede abrir un gran debate donde se manifiesten los puntos de vista tanto de aquellos que consideran a la educación como el sencillo hecho de enseñar nuevos temas y construir conocimientos, sin tomar en cuenta aspectos afectivos en la relación profesor-estudiante; así como de aquellos que consideran que la educación es una actividad que enmarca no solo el simple hecho de “enseñar” algo, sino también de interconectar los lazos afectivos con la formación académica para obtener resultados más óptimos en la actividad docente. Otro aspecto importante a considerar al momento de hablar de la relación de los actores involucrados en el sector escolar es todo lo relacionado a la legalidad, las normas y los estatutos que engloban el manejo de los procesos de enseñanza-aprendizaje; se puede decir que tanto la parte técnico-pedagógica como la parte afecto-emocional encuentran su nexo en la parte legal. Según Tedesco, (1988), citado por Birgin, (1999), los intentos reglamentarios del Estado en el nivel nacional buscaron legitimar un tipo particular de aprendizaje y de saber. Se construyó una administración escolar con fuerte acento estatista/centralizador como una manifestación peculiar del proceso de conformación del Estado. La organización centralizada permitió la vigilancia sobre cada institución educativa: la inspección escolar fue uno de los instrumentos administrativos para esa función, encargada del cumplimiento de las disposiciones legales y de las orientaciones pedagógicas. Abundaron las reglamentaciones, los informes puntuales y minuciosos, los registros estadísticos, etcétera. (Birgin, 1999)

 

Cada vez las leyes son más favorables para el lado del estudiante y más restrictivas para el lado del maestro. Se dan casos en donde el estudiante sabe de su ventaja y provoca situaciones incómodas dentro del salón de clase con el objetivo de inportunar, lo que hace que el docente únicamente haga lo extrictamente necesario para cumplir con el proceso de enseñanza-aprendizaje.

 

¿La educación es un bien para todos?

Tomando en cuenta aspectos como la inclusión social en la educación, cabe reflexionar si las políticas tomadas cumplen realmente con este objetivo. En estos casos es evidente que por tratar de establecer políticas de “inclusión” en la educación como por ejemplo la inclusión de la educación a grupos con capacidades especiales (depende de cómo se dirijan a este importante grupo dentro de diferentes regiones latinoamericanas) puede generar un rechazo en el sistema educativo general, ¿cómo se explica esto?, muy sencillo, el sistema de educación convencional no está preparado para recibir personas con problemas físicos o mentales, ya que consideran que personas que pertenecen a este grupo deben tener los espacios especializados para desarrollar su educación y esta manera de pensar es exclusiva y no inclusiva.

 

Sin embargo, las políticas de Estado piensan en una inclusión educativa como tal desde la concepción misma del sistema democrático y de libre acceso de la sociedad en general a los beneficios sociales. Tal como lo señala Popkewitz, (1991), la cuestión de la inclusión es un proyecto político fundamental en sociedades que han excluido sistemática y categóricamente a grupos sociales. No quiero en este ensayo menospreciar ni deslegitimar estas luchas. Sin embargo, la manera en que hemos concebido la inclusión quizás sea el “crimen” que debemos investigar, y no sólo la falta de “acceso” de algunas poblaciones a la unidad educativa. Así, considero que las preguntas que deberían guiar nuestra reflexión sobre la exclusión educativa en nuestras sociedades son las siguientes: ¿en qué sistema escolar queremos incluir a todos? ¿No es acaso la organización actual de la escuela la que ha producido buena parte de las exclusiones? ¿Cómo puede re-examinarse esta institución, conservando el sueño de educar a todos pero evitando reproducir las mismas injusticias?

 

Otra manera de pensar en inclusión es el de preparar los ejes temáticos de lo que se pretende enseñar en escuelas y colegios de tal forma que cualquier escolar de cualquier parte del mundo tenga una secuencia de conocimientos similar a su lugar de origen, es decir la homologación curricular. Para David Hamilton, (1989), por ejemplo, ha identificado el origen del término “curriculum” en la acción de algunos educadores empeñados en sistematizar el curso de estudios y convertirlo en una trayectoria más racional y ordenada para más sujetos. La idea moderna de “escuela”, por otra parte, aparece en la modernidad temprana en contraposición a la educación del príncipe, guiada por un instructor y realizada en un marco principalmente doméstico y de la corte; en forma opuesta, la escuela elemental se dirige al pueblo, implica un conjunto heterogéneo de sujetos, y aunque inicialmente puede tener lugar en una iglesia o establo, conocerá una especialización creciente, tanto de sus agentes como de sus locales.

 

Los ámbitos políticos locales han buscado formar currículos que estén de acuerdo con las necesidades y requerimientos del estado, es así, que se han formado instituciones educativas técnicas con el objetivo de formar “mano de obra” para activar la matriz productiva de las naciones; otras instituciones educativas para formar bachilleres listos para la educación profesional, desde este punto de vista se puede hablar de una inclusión sectorizada para diferentes grupos sociales: la clase obrera y la profesional elitista. En un claro ejemplo Lander, (2000) manifiesta que lo que podría llamarse la división internacional de la naturaleza suministra la base material para la división internacional del trabajo: constituyen dos dimensiones de un proceso unitario. El foco exclusivo en el trabajo oscurece a la visión el hecho ineludible de que el trabajo siempre está localizado en el espacio, que éste transforma a la naturaleza en localizaciones específicas, y que por lo tanto su estructura global implica también una división global de la naturaleza. Como la producción de materias primas en la periferia está generalmente organizada en torno a la explotación no sólo del trabajo sino de los recursos naturales, yo creo que el estudio del neocolonialismo requiere un desplazamiento de foco del desigual flujo del valor, a la estructura desigual de la producción internacional. Esta perspectiva coloca en el centro del análisis las relaciones entre la producción de valor social y la riqueza natural.

 

En definitiva podríamos indicar que la intención de los estados es ofrecer una educación inclusiva y de calidad, pero los parámetros sociales hacen que esta se vuelva exclusiva y sectarista, respondiendo a las exigencias socioeconómicas de la región y no a una necesidad específica de los escolares.

 

La docencia: ¿Una vocación o un empleo más?

América Latina enfrenta enormes desafíos, particularmente aquellos planteados por el desarrollo, la pobreza y la desigualdad. La educación es reconocida a todo nivel como uno de los medios más críticos para enfrentar estos desafíos. La democratización de la educación a través del mejoramiento tanto de su cobertura como de su calidad es crítica para superar la desigualdad social y económica existente en toda América Latina. Asegurar que todos los niños tengan la oportunidad de adquirir las habilidades críticas en los niveles primario y secundario es primordial para superar las barreras de habilidades que perpetúan el subdesarrollo y la pobreza. Un creciente conjunto de evidencia apoya la noción intuitiva de que los docentes desempeñan una función clave en lo que respecta a qué, cómo y cuánto deben aprender los estudiantes. Atraer personas calificadas a la profesión docente, retener a estos profesores  calificados, proporcionarles las competencias y conocimientos necesarios y motivarlos a trabajar duro y esforzarse al máximo es probablemente el principal desafío en el ámbito de la educación. (Vegas, 2006).

 

Considero personalmente que del punto de vista que el docente tenga de su propia actividad, depende la influencia que este tenga en sus estudiantes, es decir, un docente con aptitud y actitud vocacional, estará en condiciones de responder significativamente a su labor como profesor; a esto se suma un importante incentivo económico. Pero si el docente no tiene una vocación adecuada, por más que su salario sea atractivo, no realizara su trabajo con entrega y amor profesional, ya que es docente, porque simplemente le toco serlo, mas no lo siente como su trabajo ideal. Un docente con una vocación firme, pero con un salario poco atractivo, también verá afectada su actividad; en este punto hay que tomar en cuenta otros aspectos como la responsabilidad y el amor a su vocación docente, como se dice en ámbitos populares “ponerse la camiseta” para que la actividad docente marche adecuadamente. La evidencia internacional sugiere que las diferencias en las estructuras de incentivos docentes pueden afectar a quiénes optan por ingresar a la carrera de pedagogía y permanecer en la profesión docente, y también a su trabajo diario en el aula. Por ello se puede mejorar la calidad de la enseñanza y el aprendizaje a través del diseño de incentivos eficaces para atraer, retener y motivar a profesores altamente calificados. Existen muchos tipos de incentivos para atraer y retener a docentes eficaces, algunos de los cuales no son monetarios. Casi todas las personas que han pasado por el sistema escolar pueden recordar a algún profesor excepcional. Las personas suelen dar diversas razones para explicar por qué su profesor o profesora es excepcional, desde ser «cariñoso/a y preocupado/a», «culto/a», un/a «buen/a comunicador/a», hasta el hecho de ser «exigente» y «estimular a los estudiantes a trabajar duro y ampliar sus propios horizontes». Estos son comportamientos complejos que no se miden fácilmente. En efecto, la medición de los factores que poseen los profesores eficaces y que no poseen los profesores ineficaces ha resultado técnicamente difícil y onerosa. Esta dificultad de medir los factores de la docencia eficaz plantea uno de los desafíos para el diseño de los incentivos docentes.

 

En último término, lo que debería preocupar a la sociedad es si los docentes están ayudando a aprender a sus estudiantes. Debemos considerar eficaz a un docente cuando existe evidencia de que sus estudiantess han adquirido los conocimientos y habilidades adecuados. Para medir la eficacia de un docente, en primer lugar nos basamos en los indicadores de aprendizaje de los estudiantes disponibles a partir de las evaluaciones nacionales de los conocimientos de las asignaturas (usualmente lenguaje y matemáticas). Debido a que el aprendizaje de los estudiantes adquiere múltiples formas y es difícil de medir, y a que las pruebas constituyen una medida imperfecta del aprendizaje, reconocemos que los puntajes obtenidos por los estuidantes en las pruebas constituyen una medida incompleta e imperfecta de la calidad de los docentes. Sin embargo, dada la ausencia de una mejor comprensión de los factores que dan cuenta de un buen profesor y, dada la insuficiencia de datos sistemáticos y comparables con respecto al aprendizaje de los estudiantes, las evaluaciones nacionales constituyen nuestra mejor opción para arrojar luces sobre la calidad de la enseñanza y del aprendizaje.

 

Puntos de vista de la escolaridad pasada, presente y futura en Latinoamérica

La escolaridad de años atrás en Latinoamérica estaba caracterizada por una comunicación unilateral, es decir, del profesor hacia el estudiante y el estudiante no tenía la posibilidad de opinar, responder o emitir sus ideas dentro del proceso de enseñanza – aprendizaje; la frase clásica de profesores y padres de familia era “la letra con sangre entra” aduciendo que las acciones violentas, agresiones físicas, verbales y psicológicas eran justificadas con el único objetivo de garantizar la retención de conocimientos de forma textual. Actualmente hablamos de una educación más afectiva (en ciertos casos demasiado afectiva) donde los aspectos sociales y psicológicos son muy tomados en cuenta al momento de emprender la construcción del conocimiento, pero los extremos para ningún caso son buenos. Para Abramowski, (2010), esta disyuntiva, que señala un “antes” y un “presente” amoroso,  a la vez se contradice con la naturalización del amor pedagógico que plantea un eterno “romance” atravesando el vínculo docente alumno. Para el futuro, la educación se convertirá en un espacio de interacción virtual, donde el docente y alumno, ni siquiera tendrán la oportunidad de verse las caras, aunque esto podría generar ventajas al ser los aportes críticos más sinceros y espontáneos, especialmente por parte de los estudiantes, ya que al no tener el contacto presencial con el maestro, estos pueden expresar de forma más abierta su opinión en todos los aspectos relacionados con su formación, e incluso en otras áreas más personales y afectivas.

 

Conclusiones

En conclusión, los gobiernos latinoamericanos están afrontando muchos retos y obstáculos para mejorar la calidad educativa de los escolares en todos los niveles, pero el esfuerzo es sumamente importante, ya que de este esfuerzo depende la futura oferta de profesionales de la cual dispongan cada uno de estos países; y no solamente basta con la cantidad de profesionales, sino también, es sumamente importante la calidad de profesionales que estamos formando. Hay que buscar maneras de lograr una verdadera igualdad educativa en todo sentido, garantizando una inclusión efectiva en todos los sectores que conforman la sociedad; esto puede llevarse a cabo por medio de políticas sociales que potencialicen las competencias de cada estudiante sin importar su condición social, física o económica. Las instituciones educativas deben incentivar a los docentes para que cada día busquen dar lo mejor en su profesión, estos incentivos pueden ser económicos o profesionales. Formar desde las aulas, docentes de personas llenas de la vocación de enseñar, para que los profesores se conviertan en profesionales que aman su trabajo y de esta forma pueda transmitir ese amor en el proceso de enseñanza dentro y fuera del aula.

 

Finalmente no debemos olvidar como eran las técnicas de enseñanza en el pasado, para constantemente ir perfeccionando en nuestras estrategias y pensar en las futuras técnicas que permitan manejar una educación de excelencia.